lunes, 12 de marzo de 2012

A un año de Fukushima


Explosión en Fukushima


El 11 de marzo se cumple el primer aniversario del desastre nuclear que se desató tras el terremoto de Fukushima. ¿Qué consecuencias se ven hoy en Japón y en el resto del mundo?


¿Qué contaminación existe hoy en Fukushima?

A lo largo del último año, el mundo fue testigo de la capacidad japonesa -gubernamental y civil- para reponerse a un desastre natural de magnitud colosal.
Las imágenes posteriores al terremoto del 11 de marzo de 2011 mostraron al mundo la rápida eficacia con la que volvieron a levantarse rutas, calles, y pueblos enteros a lo largo de Japón.
Sin embargo, las consecuencias de la contaminación radioactiva son mucho más difíciles de detectar, especialmente en el corto plazo. Los efectos en el medio ambiente y los seres vivos afectados aún se están determinado.
A diferencia de lo que sucedió en la explosión de Chernobyl, tras el impacto del terremoto en Fukushima los sistemas de refrigeración colapsaron, y los materiales radioactivos no se liberaron rápidamente, ni en su totalidad.

Fue una fuga de materiales volátiles, podría haber sido peor.

Pero alegrarse ante la falta de evidencias a un año de la fuga de Fukushima es caer en la ignorancia. El verdadero peligro de la radiación consiste en la contaminación a largo plazo, en la imposibilidad de erradicar la materia radiactiva liberada por el poder nuclear.

Tomemos el caso de Chiharu Kubota, un granjero de Fukushima que después de 9 meses de vivir confinado en un centro de “evacuación” (un indeseado destino que tuvo que sufrir la población de Fukushima más comprometida, fuente de discriminaciones generadas por el miedo a la radiación), vuelve a su hogar.

Como muchos pobladores de la zona, dedicaba trabajaba cultivando una granja. Sin embargo, esto ya es imposible, debido a los altos niveles de radiación de las plantas y la tierra.

Una situación similar enfrentan los numerosos pescadores. Durante la fuga del reactor nuclear, el viento llevó gran parte del material radioactivo hacia el océano. Si bien esto salvó a muchas personas, dejó la contaminación en el mar de Japón, que fue llevada a aguas profundas.

Además, mucha del agua que se utilizó para enfriar manualmente el reactor nuclear cuando colapsó, aún continúa en la zona, formando una especie de esponja contaminada que mantiene contacto con el flujo del océano.

En líneas generales, los niveles de radiación más allá de los 20 kilómetros de la zona de evacuación se mantienen relativamente bajos. Sin embargo, los especialistas tampoco afirman que sean buenos niveles.
La partícula radioactiva más difícil de erradicar es el cesio 137, que con su ciclo de 30 años es muy probable que ya se haya instalado en las aguas y la tierra cercanos a Fukushima.

El cesio se acumula en lo huesos y puede ocasionar formas de leucemia y cáncer de huesos, indetectables hasta dentro de varios años.


Críticas a la energía nuclear… ¿olvidadas?

Hace un año, cuando el mundo entero observaba a través de los medios de comunicación el desastre que se desataba en Fukushima, en muchos países se comenzaron a replantear las políticas de energía nuclear.

Fukushima fue un lamentable ejemplo de lo que podía suceder en cualquier lugar del mundo. Algunos acusaron la falta de seguridad japonesa de las plantas nucleares, otros señalaron el caso excepcional de un terremoto de magnitud 9.

Varios gobernantes se apresuraron a prometer cambios y presupuesto para implantar nuevas medidas de seguridad en las plantas nucleares, pero varios proyectos de nuevas centrales siguen en pie.

Organismos internacionales como Greenpeace siguen alertando sobre el funcionamiento de plantar nucleares gemelas a la de Fukushima. Recientemente llevó a cabo una protesta en Brasil, donde se denunció la contrucción de la central “Angra 3″ por poseer deficientes condiciones de seguridad en las instalaciones y situarse en un lugar poco seguro.

En España, la máxima alerta está puesta sobre la central nuclear de Garoña, la más antigua y obsoleta de las plantas españolas.

En definitiva, Fukushima puso un signo de pregunta a la certeza que aseguraba la energía nuclear.

¿Hasta qué punto es aceptable basar gran parte de la energía de una población en una fuente limpia pero inestable, que tras un accidente puede provocar más daño que el que provocan las plantas más convencionales?


Fuente: http://elblogverde.com/a-un-ano-de-fukushima/?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+elblogverde+%28El+blog+verde%29

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